miércoles, 5 de agosto de 2009

Las mujeres de Perón*: Giuliana dei Fiori


Una tarde de julio de 1939, mientras hacía uso de una licencia en sus tareas militares en la Segunda División Alpina Tridentina (Italia), el teniente coronel Juan Domingo Perón conoció a Giuliana dei Fiori.

Frau Kling (íntima amiga de dei Fiori) le contó al biógrafo de Perón, que Giuliana había nacido en el norte de Italia pero trabajaba en Roma, la ciudad en la que se instaló Perón una vez finalizadas sus misiones militares. Kling le había conseguido un lugar para vivir en la pensión Weber, en Piazza Esquilino 29, casi en la esquina de la embajada. En ese lugar, Giuliana y Perón se enteraron de que Italia le había declarado la guerra a Francia, el 10 de junio de 1940.

Desde entonces la vida de Perón se complicó. Luego de su estada en los regimientos de Merano, Aosta y Chietti, había sido designado auxiliar de la agregaduría militar en la embajada y era el encargado de atender a los militares argentinos provenientes de Alemania que arribaron a la ciudad luego de que Hitler invadió Polonia. Después se sumaron los que revistaban en Francia y, tras el ingreso de Italia a la guerra, todos debían abandonar Europa. Pero no era tan fácil regresar. Los submarinos surcaban el Mediterráneo y el Atlántico, y las naciones neutrales evitaban arriesgar sus buques y tripulaciones. Giuliana y Perón agradecían cada día que la guerra retrasaba la partida. Pero a fines de noviembre de 1940, la orden llegó desde Buenos Aires.

A comienzos de diciembre partieron rumbo a España. Giuliana lo acompañó hasta Barcelona, donde permanecieron juntos una semana. Luego se despidieron. Sin embargo, el retraso del equipaje desde Génova le permitió a él retroceder hasta Zaragoza para alcanzarla. Entonces pudieron compartir otra semana. Después si, se dijeron adiós para siempre.

Muchos años después, Perón confesó que en aquel momento tuvo dos certezas: lo definitivo de aquella despedida y que Giuliana estaba embarazada.

En 1970, Perón le pidió al empresario Jorge Antonio, uno de sus mecenas durante el exilio, que rastreara en Italia el paradero de Giuliana.

Antonio fue, recorrió kilómetros, buceó en los archivos, preguntó a los pobladores, pero no obtuvo resultado alguno. “Nada –le dijo al General-. Hace treinta años que nadie sabe de ella. Desapareció con la guerra”.

Si Perón estaba tan enamorado de ella ¿por qué no le pidió a Giuliana que lo acompañara? Tal vez por la razón que le dio a su amiga Fanny en el muelle de Buenos Aires, poco antes de embarcar hacia Italia: “Seguramente me casaré de nuevo. Pero con una europea lo veo difícil. Si me caso, será con una criolla”.


* Las mujeres de Perón, por Araceli Bellotta. Editorial Planeta, 2002.

No hay comentarios: